BIOGRAFÍA:
Mi nombre es Ruddy Mavery Maldonado Pérez. Nací el 28 de marzo del 2000 en Bucaramanga. Mis padres son separados y actualmente vivo con mi madre. Soy una apasionada a la literatura profunda, que deja enseñanzas y te hace cuestionar tu existencia. Suelo escuchar música Pop en inglés y en español, indie y rock alternativo. Detesto que las personas se crean incapaces de lograr algo cuando tienen hasta lo que no necesitan para conseguirlo. No me considero hermosa, pero tampoco me odio, reconozco mis cualidades e intento cambiar todos los defectos que conozco.
CUENTO:
Ahí estaba yo, una mujer de casi 25 años de edad, sola, me daba cuenta que algunas personas de mi pasado no iban a volver jamás. Le preguntaba a mis alrededores si aún quedaba algún amigo, nadie respondía. Supe entonces que la única amiga que tendría siempre sería mi conciencia ¿Por qué? ¿La conciencia? ¿Por qué me intimidaba tanto saber esto? Mi vida pasaba por mi cabeza en busca de respuestas. No podía aceptar que mi conciencia fuera siempre mi única amiga, mis discusiones eran solo conmigo y ya estaba harta de mí. Pasaba el tiempo y me seguía preguntando si mi conciencia sería mi única amiga, porque, si así era, por qué no la podía ver. ¿Por qué hacía discusiones conmigo misma sin ver a mi mí misma? De repente, estando en mi casa, me dio la idea de asomarme a la ventana, las personas que pasaban se veían felices: todos sonreían, pero ¿realmente eran felices? La conciencia, mala compañía, muchas veces insistió en lo que ya sabía: “estas sola, ¡muy sola!”, y me atormentaba. Los días con sus noches pasaban y, sí, todo continuaba igual: ahí estaba yo, cuestionándome como siempre, el tiempo solo me permitía escuchar lo que mi cabeza pensaba y mi conciencia me reclamaba por mis errores del pasado, porque el no poder hablar nada más que conmigo misma, era un error. Algo que sucedió y quebró mi camino, y me dejó ahí, siempre observadora de ese ambiente ruidoso, aunque un poco inspirador para muchos, en el que todos conviven y son felices, observadora del mundo siendo feliz a mis espaldas. Ese actuar repetido de los últimos meses fue el que me llevó a pensar, en un momento en que reinaba mi soledad, algo más o menos así: cuando miro al espejo, parto hacia aquel lugar de los sueños perdidos en el que puedo dedicar mi tiempo con personas de mundos diferentes. Llegué a pensar que, haciéndolo siempre, no tendría que volver a hablar y crear historias conmigo misma. Pero no, estando allí, vi que todo estaba muerto en aquel cementerio de hermosos rostros que al final nunca aparecieron. Fue allí donde descubrí que sí tenía amigos, así fuera un Yo misma interior, y sé, que algún día, a través de un espejo, saldrá.
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